viernes, agosto 22, 2014

Lógica toponimial

La toponimia es una disciplina que se dedica al estudio y origen de los nombres propios de lugar, por eso lo de topos (en griego, lugar); nada de animalillos que se dedican a incordiar haciendo galerías por los jardines. Recientemente hemos hecho algún escarceo al respecto en este blog.
Un pequeño estudio de los nombres de las poblaciones de la Comunidad de Madrid nos lleva a una serie de planteamientos curiosos al respecto de lo que hemos denominado lógica toponimial. Del hecho que existan los municipios de Villamanta y Villamantilla, al sur de la Comunidad, podemos deducir varias consideraciones lógicas:
-el sufijo -illa, como diminutivo, indica que la población que la lleva es más pequeña. De hecho Villamantilla tiene 1238 habitantes frente a los 2514 de Villamanta (datos del INE del 1 de enero de 2013).
-las poblaciones acabadas en illa implican proximidad geográfica con el topónimo del que proceden (Villamanta y Villamantilla comparten término municipal).
Partiendo de estas cuestiones, hemos podido comprobar que, como suele ser lo habitual, la excepción confirma la regla. Si bien Garganta (de los Montes) está más poblada que Gargantilla (del Lozoya) y comparten proximidad, no es el caso mencionado en una entrada anterior de Cerceda y Cercedilla, poblaciones que distan tan solo 14 km. Más llamativo es el caso de Lozoya (625 habitantes)  y la que debería ser Lozoyilla, población que surgió a partir de unos emigrantes de Lozoya.

(El rollo de Lozoya, pedrusco que indicaba la consideración de villa con alcalde y juez propios)

Su nombre real es Lozoyuela y, actualmente, comparte ayuntamiento con Navas (de Buitrago) y Sieteiglesias. En conjunto 1216 habitantes. Al respecto hay que mencionar que el INE publica los datos del censo por ayuntamientos, no por poblaciones.

(Iglesia de San Nicolás de Bari de Lozoyuela)

Lozoyuela, además de ser más grande que Lozoya, tiene dos potros de herrar y en mejor estado de conservación que el de Lozoya.

(El olvidado potro de herrar de Lozoya)

En el caso de las poblaciones que terminan con la letra "o", el sufijo illo no suele indicar prácticamente nada; es el caso de Robledo (de Chavela) y Robledillo (de la Jara) o Valdemoro y Valdemorillo, en todos los casos poblaciones relativamente distantes. Para el caso de proximidad territorial, no se recurre al diminutivo, como por ejemplo Horcajo (de la Sierra) y Horcajuelo (de la Sierra), que sí cumplen la premisa de que el primero es mayor que el segundo.
Un caso llamativo, desde un punto de vista toponímico, es el de Alpedrete. A día de hoy no hay acuerdo sobre si el nombre se debe a que lo fundase un tal Pedrete o deriva del latín, Ad Petrum, por su abundancia de pedruscos.


La terminación con la letra "e" evita que exista un Alpedretillo o un Alpedretuelo.

1 comentario:

Unknown dijo...

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Sandhi Sudha
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