lunes, julio 11, 2011

¡Vaya semanita!

Una de las aficiones más inquietantes de mi mujer es la de hacer obras en casa. Ello conlleva la necesaria obligatoriedad de tener que pintar. Como en el otoño pasado se renovaron las ventanas de casi toda la casa, ha habido que pintarla entera, algo incómodo porque, aunque lo hagan los pintores, todo queda patas arriba durante unos días auténticamente estresantes. Y eso es lo que ha ocurrido durante la semana pasada.





Aprovechando que nuestras hijas se encuentran de campamento, se pidió la semana de vacaciones para supervisar las tareas de pintura. Es lo que llamo yo unas vacaciones masocas. Si hace dos años, por estas mismas fechas, nos encontrábamos en Tanzania y hace un año de Paradores, este año tocaba zafarrancho. Lo malo de pintar es que luego tocan agotadoras e interminables palizas de limpieza. Es por ello por lo que, y para recompensarse de la semanita que hemos padecido, había programado una escapada de fin de semana a Oporto, donde habíamos dejado cosas pendientes en una visita anterior. Su centro histórico, Patrimonio de la Humanidad, es muy interesante y agradable.



Subida a la Torre dos Clerigos para admirar Oporto desde una posición privilegiada. Lo malo fue que llovía y había niebla.



O las pequeñas iglesias decoradas de azulejos, hermosas por fuera y anodinas en su interior. Y, ¡cómo no!, el obligado crucero de los seis puentes por el Duero.





Además, con el billete del crucero te invitan a la visita de alguna bodega de las que abundan en la otra parte del río, en Vila Nova de Gaia, donde se puede degustar alguno de los deliciosos vinos de Oporto, además de las explicaciones de su elaboración, muy diferentes a la de los vinos de Jerez, por poner un ejemplo y ya que también visitamos alguna bodega en nuestra estadía en esa ciudad andaluza.



Deliciosa cena a orillas del Duero a base de bacalao a la parrilla o arroz de marisco por un precio mucho más que asequible.



A la mañana siguiente (ayer), rápidas visitas a lugares muy recomendables: el impresionante Palacio de la Bolsa y callejear por Oporto para descubrir la belleza singular de esta ciudad muy recomendable para escapadas rápidas.





Eso sí, recordando que, a la vuelta, nos espera el zafarrancho de limpieza aparcado durante el fin de semana.

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